Dos extenuantes desafíos pondrán a prueba la capacidad de Sergio Massa: acaparar poder, aún a pesar de Cristina Fernández, y sumar reservas en un Banco Central que no para de venderlas.

07 de agosto 2022, 09:04hs

El reloj corre. El tiempo es cada vez más corto y perentorio. Sergio Massa tuvo la idea de nombrar como su viceministro a Gabriel Rubinstein, un economista experto en macro, que trabajo en el BCRA y que es partidario de un plan de estabilización, de controlar el gasto y reducir el déficit. Pero el cristinismo puso en duda su designación cuando descubrió algo que Rubinstein jamás ocultó: sus críticas a Cristina.

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¿Puede un encono de la Vicepresidenta justificar que le ponga un límite a la necesidad de Massa de armar un buen equipo en este delicado momento que vive la Argentina? Algo parecido ocurre en torno a la designación del reemplazante del secretario de Energía, Darío Martínez. Reemplazo que Cristina querría cubrir con un nombre propio.

La agenda de Massa esta semana será muy dura: confirmar el nombramiento de Rubinstein o elegir a otro economista sin que haga mella en la promocionada idea de que él es un “superministro”. Semáforo amarillo: o acierta en el movimiento o sale dañado. También reunirá a todos los ministros para ponerles un techo al gasto, lo que dispara resquemor de todos los sectores, incluidos gobernadores, intendentes y movimientos sociales.

Tal vez el momento más sencillo para atravesar sea el que hasta hace poco parecía el más complicado: el canje voluntario de bonos para despejar los vencimientos de este año y postergarlos para mediados de 2023. Asimismo, Massa anunciará, el miércoles, un bono para los jubilados, que pierden por goleada contra la inflación: mientras que en los primeros siete meses los precios crecieron 45 por ciento, los haberes subieron solo 29 por ciento.

El jueves será el momento más duro: se conocerá el IPC, que estará en torno al 8 por ciento y que empuja la inflación anual a un elevado 90 por ciento. Massa, cuando asumió, admitió que en materia de inflación agosto está perdido. Es realista. Pero no lo eximirá de pagar el costo del malhumor de la sociedad.

El otro desafío es acumular reservas. Massa planea reunir unos 10.000 millones de dólares, que llegarían por vía del anticipo de exportaciones, un repo de un look de bancos y préstamos de organismos internacionales. Pero ese monto podría atesorarse recién en septiembre u octubre. Ahí surgen dos preguntas. Por un lado, cómo hará el BCRA para evitar desprenderse de reservas cuando no puede parar la sangría diaria que produce su venta. Y, por otro lado, y teniendo en cuenta que esos 10.000 millones no entrarán a las arcas del BCRA antes de fin de septiembre, cómo hará la entidad para aguantar hasta entonces cuando las reservas actuales no llegan a 1200 millones de dólares y no alcanzan para cubrir ni diez días de importaciones.